A las cosas por su nombre
¿Os habéis parado a pensar en cómo hablamos con los niños? Habitualmente intentamos adecuar nuestro lenguaje a sus posibilidades pero... y si a veces nos excedemos en nuestros intentos?

A la hora de hablar con los niños es importante que nos comprendan, nuestro mensaje y nuestro tono (a veces más importante que el propio mensaje!), por ello solemos bajar la voz y emplear palabras que conocen. En ocasiones vamos más allá y hacemos del vocabulario del niño, el nuestro propio: el tete, un gua-gua, la chicha... Sabemos que el niño está conquistando el lenguaje y que no todas las palabras ni consonantes le resultan fáciles, pero no por ello debemos reforzar positivamente estas acotaciones incluyéndolas en nuestro vocabulario.
Debemos
tener en cuenta que somos sus referentes lingüísticos, su modelo a
imitar y por ello debemos ofrecerle un modelo de lenguaje adecuado y
ajustado. Para ello podemos servirnos del llamado FEEDBACK CORRECTIVO,
basado en contestar al niño con la palabra correcta cuando emita un
error: por ejemplo, si el niño nos dice "Se ha rompido", lo correcto
sería decirle "Se ha roto", pero sin caer en correcciones redundantes
como "lo has dicho mal, se dice así".
Simplemente y con naturalidad
emplearemos las palabras adecuadas y el niño las irá integrando en su
vocabulario poco a poco dándoles el significado y uso adecuado.De la misma manera, debemos dejarles hablar sin "meterles prisa".
Empezar o acabar las frases por ellos no tiene ningún beneficio: Hasta
mañaaaa...na. Diles que hemos estado con los abueee...los. ¿Acaso nos
gustaría que alguien comenzase o acabase nuestras frases por nosotros?
¿O nos sentiríamos frustrados e inseguros?
Os aseguro que una de
las mejores cosas de mi trabajo es sentarme a escuchar a los niños. Ya
sea una palabra, media o un gran monólogo, el lenguaje de cada niño es
un proceso único e irrepetible que debemos valorar e impulsar
ofreciéndonos como modelos adecuados tanto de habla como de escucha
activa.