Mordiscos

25.02.2018

Cuando se suceden los mordiscos en el aula todos nos encogemos por dentro: el niño mordido se siente agredido, los padres cuando llegan por la tarde y reciben la noticia sienten que ellos también han sido mordidos o, en caso de que haya sido su hijo, sienten cierta vergüenza por afrontar la situación.

Lo primero es aclarar varias cosas y relajarnos ante este suceso. Un mordisco es igual que un tirón de pelos, un empujón o un tortazo. Problema, el mordisco deja marca y esa marca nos duele a todos.

Un niño puede morder por varios motivos: estrés, pulsión, dolor de dientes, reacción ante un conflicto, llamadas de atención... Si un niño del aula está mordiendo lo primero es observarlo bien para poder identificar en qué situaciones ocurre. También debemos hablar con la familia para que estén al tanto y actúen en consecuencia en casa, en el parque, etc.

Reacción ante el mordisco: siempre atenderemos al niño mordido primero. Verbalizaremos lo ocurrido y le calmaremos. Después acudiremos al niño que ha mordido y le explicaremos que a su amigo no le gusta, que le ha hecho daño y le ofreceremos alternativas para solucionar conflictos.

Es importante no dar excesivo protagonismo al niño que muerde ni reaccionar de manera excesivamente negativa, la atención negativa también es atención y el niño debe comprender que así no la obtiene.

"Aislar" al niño que muerde nunca es la solución. A veces incluso los padres que se sienten abrumados lo piden: "separad a mi hijo del que muerde". Los niños tienen que relacionarse y los adultos no podemos interferir tan radicalmente en sus interacciones, estaremos pendientes y observando pero para que los mordiscos se solucionen los niños deben encontrar la manera correcta de relacionarse y aislarse no lo es.

Ofrecer alternativas al niño que muerde siempre es efectivo. Si está con la dentición a flor de piel podemos ofrecerle mordedores en los que descargar su necesidad y recordarle con frecuencia que si necesita morder ahí puede hacerlo.

Ante el mordisco nunca revelaremos a los padres quién es el niño que muerde. Esto podría estigmatizar al niño y que los adultos emitan juicios demasiado duros hacia una conducta que forma parte de la evolutiva infantil. En su defecto, normalizaremos la situación aludiendo a las características de la etapa y a cómo lo estamos trabajando en el aula.

Pensemos tanto en el niño que muerde como en sus padres, quizás ambos necesiten ayuda y no que se les señale con el dedo.Es importante trabajar el tema en el aula con cuentos, situaciones vividas y con muuuuuuuuchas palabras.

Los mordiscos siempre requieren de mucha paciencia y no siempre es fácil mantener la calma ante una situación que compromete al niño, a la familia e indirectamente a nosotras como educadoras.Paciencia y muchas palabras. Actividades de descarga de energía y de relajación posterior. Diálogo. Comprensión. Crecimiento ❤

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